Sabíamos que llegaríamos entrada la noche y que la nueva terminal estaba lejos del hospedaje recomendado. El bus hizo una primera parada que vació a todos menos a nosotros dos, pero al no ver ningún taxi en la calle desconocida, decidimos quedarnos hasta llegar a la terminal.
Entre cansados e inquietos nos bajamos en la gasolinera junto a la terminal, en donde el chofer nos dio nuestras maletas y desapareció.
«Coño la guitarra!», dijo Peter, seguido por un «mierda la guitarra!», exclamado por Gaby. El taxista que nos estaba ayudando a guardar las mochilas se volteó a los transeúntes a preguntar si alguien había visto a donde fue el bus… Silencio… Pues nada, sin pensarlo dos veces, los tres en el destartalado Toyota marrón fuimos volados a la terminal. Corrí entre buses y buses parqueados en las esquinas, buscando el rojo Trastín Delrei. Con la adrenalina y medio pulmón abandonado en el parqueadero, averigüé a las señoras que vendían boletos sobre donde guardaban los famosos buses Delrei.
Nuevamente estábamos en el bólido marrón, que enfrentado a las subidas de Potosí tosía y traqueteaba como mi vieja lavadora. Después de golpear algunas puertas del supuesto garaje y ser amenazada por invisibles ladridos, una voz, la de doña Octavia, me indicó que mi bus estaba cerrado y dormido, que vuelva mañana tipo 10 am cuando el chofer bajaba a limpiarlo. Y pues así fue, a las 10 en punto teníamos de vuelta la pequeña guitarra, justo a tiempo para ir a la feria en la plaza central y tocar un poquito de flamenco.

Guitarra recuperada y estrenando la plaza de Potosí
PALACIO DE LA MONEDA
Llegamos justo a tiempo para que el guardia nos diga que el costo es de 40 bol. ($5.75), pero que por ser domingo cerraban a las 11:30 y que al faltar ya sólo 30 minutos no nos podía dejar entrar. Además nos dijo que era bueno que sepamos que el lunes está cerrado todo el día. Nos fuimos tristes, porque Carwill, mi hermana y su pareja, nos habían recomendado este museo que cuenta la historia de Potosí, explica el antiguo proceso de fabricación de monedas y muestra chullpas, entre otras curiosidades.
MINAS DE POTOSÍ
Resultó que el domingo tampoco era un buen día para visitar las minas, ya que al ser minas activas parte de su encanto es ver y conversar con los mineros en pleno acto de extracción. Reservamos para el lunes el tour más barato que encontramos (70 bol. por persona – $10). En la misma calle bajo la plaza central están varias agencias turísticas con tours que por 150 bolivianos te llevan también a la refinería de plata.

Entrada a una de las minas de Cerro Rico
Salimos el lunes a las 9:30 hacia el mercado minero. Nuestra guía se metió hojas de coca, cal, alcohol de heridas y por poco se fumó un tabaco de canela y detonó un cartucho de dinamita para mostrarnos los artículos que adquieren los mineros antes de iniciar sus jornadas. Nos recomendó que compremos una bolsa de coca y un refresco para regalarlo a los trabajadores con quienes nos fuéramos encontrando en la mina. Es definitivamente recomendable comprar agua o un refresco para regalarlo ya que el agua que rodea las minas no es potable, por lo que los mineros no suelen llevar agua consigo y pasan las 8 horas de trabajo en secante deshidratación. De alguna manera los grupos de turistas nos hemos convertido en el sistema de aguateros de los mineros, así que cumple tu trabajo y llévate un refresco!
En el Mercado Minero también degustamos de 5 sabores distintos de cal para activar la hoja de coca cuando chakcheas (masticar coca y guardarla en tu mejilla): Cal normal, salada, con stevia, con papa y mi favorita, con menta. Este compuesto hace que la hoja de coca se active y potencia su efecto al mascarla.

Mi mejor amigo es el «Hombre Marlboro»
Una vez puestos nuestros trajes de mineros, casco, lámpara, camisa, pantalón y botas, nuestro amigable guía Beymar nos explicó el funcionamiento de las cooperativas mineras que tienen el derecho de explotar lo que queda de plata, zinc y bronce. Ya adentro, un minero nos contaba con emoción nostálgica que hace muchos años él encontró una veta de plata pura, lo cual era común cuando se inició la explotación del Cerro Rico (Sumaj Orcko, en quechua) en la época de la colonia, a mediados del siglo XVI al XVII. Y como alcancía abusada, los declarados dueños de ese entonces, sacaron y sacaron sin devolver nada de lo obtenido. Cuentan las historias que en la época de mayor auge, los mineros ricos rodeábanse de arte, fiestas, juegos, perfumes, prostitutas e iglesias opulentas, mientras que la población indígena, los que realmente trabajan en las minas, sufrían horarios de hasta 16 horas de trabajo cavando y sobreviviendo derrumbes, si tenían suerte.

Conversando con un minero dentro del Cerro Rico
Nosotros sólo estuvimos dos horas en las minas, y sin trabajar. Nos metimos por túneles, bajamos escaleras, conversamos con mineros, vimos pasar un carrito lleno de rocas… como en las películas. También recogimos algunas piedras con plata, las menos posibles porque mi mochila ya pesa mucho de por sí, y dimos gracias al Tío, el diablo que fertiliza y ayuda a los mineros. El recorrido fue emocionante y es realmente imperdible en una viaje por Bolivia. Casi nos lo saltamos pero gracias a Carwill, aterrizamos un día en Potosí para vivirlo.

Gaby después de brindar un shot de acohol etílico con el diablo/tío
CONSEJOS PARA EL TOUR DE LAS MINAS
- Usar medias largas para las botas. Igual te dan bolsas plásticas para aislar tus pies de las botas de caucho.
- Te pondrán un pantalón y una camisa sobre tu ropa, así que ponte algo cómodo. No hizo tanto calor como nos advirtieron, pero con una camiseta tuya y la que te dan puedes estar cómodo y no pasar frío al inicio.
- En el mercado o fuera de las minas te venden mascarillas para que no inhales mucho polvo (1 o 2 bolivianos), nuestro tour no fue muy polvoriento pero no estuvo de más tenerlas.
- ¿Lo mencioné antes? Pues en la repetición está el gusto: Llévales un refresco a los mineros.
- Nosotros no llevamos nuestra súper cámara por miedo a que se malogre, pero en retrospectiva la hubiéramos podido llevar cubierta con su estuche.
- ¡Agáchate! Estas ya caminando un tiempo por los túneles y te confías un poco… Y zas un golpe en el casco.
DONDE DORMIR EN POTOSÍ
Nos quedamos en el Hospedaje Copacabana, recomendado por un potosino (Calle Chayanta y Serrudo, a unas 5 cuadras de la plaza central). A 30 bol. por persona ($4.30), puedes esperar unas camas duras con cobijas pesadas y abrigadas, un baño compartido limpio y personal muy amable. Nosotros dejamos encargadas nuestras maletas durante el día en la mina sin ningún problema.
Si no puedes vivir sin wifi, a media cuadra está el Hostal Falcán, cobrando 35 bolivianos por persona.