Cualquier viajero que visita Río de Janeiro tiene una larga lista de imperdibles: playas, miradores, monumentos… Pero existe una pregunta que muchos se hacen: ¿se puede visitar por libre una favela? La respuesta es sí. Para nosotros, eso si, hay que hacerse bastantes preguntas antes de hacerlo. En este artículo vamos a intentar explicar en detalle qué es una favela, cuándo surgen y porqué, cómo hacer para visitarla… Y además, queremos también despertar la reflexión acerca de la conveniencia de hacerlo ya que, como en cualquier destino que visitemos, nuestro paso tiene una repercusión. Así que, ¡manos a la obra!
La desigualdad se llama favela
La historia del surgimiento de las favelas es realmente interesante. A finales del siglo XIX, Brasil era dominada con mano de hierro por el régimen de “los coroneles”, estando la mayoría de la población bajo el yugo del hambre y la pobreza. Cansados de la situación, muchos pobladores del norte del país se unieron al movimiento socio-religioso de Mendes Maciel, alias Antonio “el Consejero”, que propugnaba la supresión de los impuestos y la eliminación de la desigualdad de clases.
Sus seguidores, junto a su líder, se asentaron en una zona conocida como Canudos, llegándose a agrupar más de 30.000 personas, que dejaron de pagar impuestos y formaron una colonia aislada de las leyes del gobierno. Esto, obviamente, no gustó a «los coroneles», que formaron un ejército de más de 10.000 soldados para aniquilar al movimiento. Asesinaron a más de 25.000 personas, asolaron la colonia y destruyeron todo aquello que pudiera recordar al “Consejero”.
Canudos destruido em nome da República.
Los soldados vencedores exigieron al gobierno sus sueldos y permiso para vivir en la Capital Federal, Río. El gobierno les permitió construir sus casas en el que llamaron “Morro de las Favelas” (llamado así por una planta que crecía en la colonia de Canudos y actualmente conocido en Río como Morro da Providência), aunque les estafó al no pagarles sus sueldos. Esto ocasionó que los soldados construyeran sus viviendas con materiales de deshecho, amontonadas unas encima de otras y sin ningún tipo de ordenamiento urbano, lo que en portugués se conoce como “barracos”. Y así se formó la primera favela de Brasil.

Vista desde el morro Sao Antonio en 1816. En 1897 se crearía en este morro una de las primeras favelas de Río. Pintura de Nicolas-Antoine Taunay.
Durante la primera mitad del siglo XX, con la estricta reforma urbana del prefecto Franciso Pereira Passos, que pretendía embellecer Río con anchas avenidas y grandes edificios, hubo un fuerte desplazamiento de las clases populares -especialmente negros y mulatos- desde el centro de la ciudad hacia los morros del centro y sur-, expandiendo el sistema de favelas por la agreste orografía carioca.
A partir de 1950, con el proceso de industrialización del país, la necesidad de mano de obra barata en zonas urbanas y el empobrecimiento de las regiones rurales dedicadas a la agricultura y la ganadería, grandes grupos de población se desplazan a las ciudades en busca de un futuro mejor. Pese a que muchos consiguen trabajo, los ingresos que perciben no les permiten hacer frente a los altos precios de arriendo de una vivienda. Empujados por esta necesidad, empiezan a asentarse también en favelas, esta vez extendiéndose sobre las colinas del norte de la ciudad. Y de nuevo, construyen pequeñas casas con materiales muy precarios y sin servicio público alguno (agua potable, alumbrado, alcantarillado, salud, educación, seguridad…).
Durante los 60 y 70, a las dificultades de habitabilidad se suma pronto la llegada de los grandes carteles del narcotráfico, que se instalan cómodamente en estos asentamientos fuera del control del Estado. Encuentran, además, una mina de oro en los jóvenes sin recursos ni alternativas.
En los últimos años, el gobierno del Estado de Río tomó cartas en el asunto para atajar los problemas de violencia y narcotráfico que se vivían en las favelas. Se iniciaron las denominadas pacificaciones, un proceso de “limpieza” de delincuentes que funciona de la siguiente manera: las fuerzas de seguridad -policía militar fundamentalmente- entran a las favelas por la fuerza, identifican y detienen o expulsan a traficantes y delincuentes, para posteriormente instalar UPPs (Unidades de Policía Pacificadora).
Pero la idea de la pacificación, y promesa del gobierno del Estado, era generar en las favelas un ambiente de seguridad suficiente para que inmediatamente después empezaran a llegar los servicios públicos (alcantarillado, electricidad, centros de salud, escuelas, guarderías y equipamientos culturales).

Policía pacificadora en Rocinha. Foto de Tânia Rêgo/Agência Brasil
La triste realidad es que, en la mayoría de los casos, esta indispensable segunda etapa no ha llegado y la pacificación ha quedado en una intervención militar con consecuencias dudosas. La mayoría de los delincuentes solamente han sido desplazados a zonas más alejadas y, en esencia, las armas han cambiado de manos.
Cualquiera pudiera pensar que las manos de un policía son mejores que las de un traficante, pero la realidad es que desde que se empezó el proceso se han sucedido los casos de abuso y delincuencia policial (incluidos asesinatos dolosos, balas perdidas que asesinan a niños, torturas, ocultación de cadáveres, fraude…) por parte de agentes de UPPs: en su mayoría jóvenes sin ninguna experiencia, mal pagados, que apenas reciben un curso de dos semanas y, sobretodo, que no quieren estar allí.

Street art en los muros de una UPP de Río. Foto de candypilargodoy, en Flickr.
Pudiera parecer que las buenas intenciones del gobierno no han servido para mucho y que las pacificaciones más bien se han hecho para limpiar la imagen de la ciudad de cara al turismo y, por supuesto, a los eventos deportivos que ha albergado en los dos últimos años: el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Y parece también que, no en vano, las primeras comunidades intervenidas fueron las del sur de la ciudad, cercanas a Ipanema y Copacabana, zonas repletas de bares y pequeños hoteles para turistas.
En cualquier caso, la situación es que en Río hay 1’300.000 personas que viven en las casi 1.000 favelas de la ciudad, olvidados totalmente por unas instituciones que parecen mirar para otro lado y negados al acceso a los servicios básicos más necesarios.
Los habitantes de las favelas
Más allá del estigma que se cierne sobre estos asentamientos, la inmensa mayoría de la población que los habita son clases populares: personas humildes y trabajadoras, que forman familias, que bailan y ríen y sueñan como cualquier otro ser humano. Personas a las que les ha tocado vivir –como en tantos otros lugares del planeta- rodeadas de problemas de los que no son responsables. Gente que merece que se la respete y se la trate con dignidad.
Slum Toursim en las favelas ¿el circo de la miseria?
Cuando viajamos, sentimos que es necesario preguntarse porqué lo hacemos. Antes de visitar un destino nos planteamos mucho a qué lugares queremos ir y a cuáles tal vez sea mejor no acercarse. Para nosotros, una favela nos hace plantearnos esa cuestión. El tema de la seguridad no es en este caso el asunto principal (aunque haya que tenerlo en cuenta, especialmente si se visita por libre).
En los últimos años han surgido a lo largo y ancho del mundo agencias dedicadas al “slum tourism”, o su todavía más desagradable denominación, “poorism”. Nuevos destinos se abren al mercado turístico: Soweto en Sudáfica, Kibera en Kenia, Dharabi en India, el Bronx en Nueva York o las favelas en Río. Agencias que venden sus tours sin escrúpulo alguno, promocionando sus visitas a “ghettos famosos por drogas, pandillas, crímenes y asesinatos” o programas de televisión –de la mismísima BBC- donde se llevan a ricos y famosos a vivir una semana como pobres… La experiencia de vivir al límite, de sentirse un viajero intrépido, de meterse en los lugares más peligrosos y salir vivo para contarlo. La pobreza como entretenimiento. El turismo de la miseria.
Por otro lado también encontramos hermosos proyectos de turismo comunitario: organizados por los propios habitantes de la zona, con guías locales, donde se conoce la forma de vida, se conciencia sobre las necesidades de cada región y, de pasito, se deja algo de dinero en la comunidad. Una forma de interacción con realidades que suelen estar ocultas al viajero.
Son dos miradas a un mismo fenómeno y no es nuestra intención juzgar a unos u otros, aunque sí queremos explicar porqué fuimos nosotros, y porqué lo hicimos por libre.
Como comentábamos al inicio, de Río se conocen sobretodo sus playas, sus monumentos y su desenfadada vida a ritmo de samba en los lujosos barrios de Copacabana, Ipanema o Leblon. Sin embargo, en nuestro primer día anduvimos por un centro histórico desolado, en fin de semana de feriado y dónde lo único que se veía entre los magníficos edificios era pobreza y exclusión. Y nos pareció necesario conocer un poco más esa otra Río, la que no aparece en los catálogos pero es también cotidiana y real. Por eso fuimos a Santa Marta. El asunto de hacerlo por libre es una cuestión fundamentalmente económica -los tours se nos salían del presupuesto por completo- y también de falta de tiempo –nos faltó investigar para conseguir un buen proyecto que ofreciera garantías de impacto comunitario-.

Panorámica desde la Favela Santa Marta
¿Cómo visitar una favela?
Hay esencialmente dos formas de visitar una favela en Río: con un tour o por libre. Como hemos comentado, son muchas las agencias que ofrecen tours a varias favelas de la ciudad. Para nosotros es esencial encontrar alguna que cuente con garantías de que el impacto que genera nuestra visita repercute positivamente en la comunidad. Pese a que nosotros elegimos la segunda, esta vez si hemos podido investigar un poco y averiguar a otros viajeros. Los precios de un tour rondan los 80-90 reales ($27-30) y tienen una duración de entre tres y cuatro horas. Éstas nos han parecido buenas opciones:
- Favela Santa Marta Tour: organizada por los propios miembros de Favela Santa Marta y con guías locales, es una de las más conocidas. Tiene certificado de excelencia en Tripadvisor (si es que eso sirve de algo).
- Exotic Tours: Enseña inglés a jóvenes de Rocinha y Vila Canoas y les da la oportunidad de ser guías de sus propios tours.
- Favela Tour: probablemente la más antigua de la ciudad (empezó en 1987), hace visitas a Rocinha.
Aunque también existe la posibilidad de visitar por libre una favela. Son varias y solamente hay que llegar hasta ellas en transporte público y entrar a conocer. En muchas encontraréis locales ofreciendo servicios de guía por una propina al final. Puede ser una buena opción para conocer algo más.

Las estrechas calles de la favela
Visitar una favela por libre, ¿pero cuál?
ACTUALIZACIÓN, OCTUBRE 2017: En las últimas semanas la violencia en Rio se ha disparado y parece que ha habido problemas en Santa Marta y Rocinha. ¡Comprobar la situación de cada comunidad antes de aventurarse por libre!
Si la elección final es hacerlo por libre, hay que buscar las que están relativamente pacificadas, para evitar sobresaltos. Aquí las más populares:
Santa Marta:
Es la que nosotros visitamos. Pacificada desde 2006, es el ejemplo de éxito utilizado por el gobierno, puesto que han llegado algunos servicios públicos, aunque las necesidades siguen saltando a la vista. Encontraréis gente amable y sonriente haciendo sus tareas al ritmo de Michel Telo, los vestigios del paso de Michel Jackson por allí para filmar el videoclip de “They don’t care about us” y una intervención artística llevada a cabo por los miembros de la comunidad con apoyo de una pareja de holandeses. Os recomendamos subir con el bondinho hasta la última estación (gratis). Desde allí podéis hacer una pequeña excursión por un sendero extremadamente inclinado hasta un cercano mirador, desde el que podréis contemplar la preciosa Bahía de Río y, a lo lejos, el Cristo de Corcovado. Luego se va bajando por la favela con calma, perdiéndose obligatoriamente por las estrechísimas callejuelas hasta llegar al centro comunitario que hay abajo. Para llegar toma el metro hasta la parada Botafogo y después camina unos 20 minutos hasta la entrada de la favela, no tiene pérdida.

Vistas de la favela Santa Marta (abajo) y el barrio de Botafogo
Rocinha:
La favela más grande de Brasil y uno de los asentamientos más grandes de América Latina. Para su “pacificación” fue necesario un despliegue de más de 3.000 policías militares, que a la fecha en que escribimos este artículo todavía se dejan ver en casi cada rincón de la favela –que dista mucho de estar realmente pacificada-. Mejor con tour pues probablemente sea la más peligrosa de las visitables.

Favela Rocinha. Foto de chensiyuan, de Flickr.
Vidigal:
Muy cerca del Morro dois Irmaos, al sur de la ciudad, es una favela pacificada muy tranquila que cuenta incluso con alojamientos turísticos (Mirante do Arvrao y Da Laje). Está lejos de las zonas más turísticas pero si se tiene intención de hacer el trekking a los Dos Hermanos (cuentan que una de las mejores vistas de la ciudad) es una buena opción. Se puede visitar por libre.
Cantagalo:
Muy cerca de Ipanema, también tiene su bondinho gratuito y cuenta con el pequeño Mirante da Paz. Se puede visitar por libre.

Favela Cantagalo. Foto de Alobos Life, de Flickr
Precauciones:
Nuestra experiencia no nos ofreció más que un barrio tranquilo, humilde y algo caótico. En ningún momento tuvimos ninguna sensación de inseguridad, tomamos varias fotos con toda tranquilidad, algún niño nos pidió que le compráramos un helado y la coincidencia nos llevó a conversar un rato con un grupo de hombres porque uno llevaba una camiseta del equipo de fútbol de mi ciudad, el Valencia CF. Sonrisas y vítores de cada cuál a sus equipos.
Como nuestra experiencia fue muy buena, recomendamos hacerlo por libre. Dejar los prejuicios a un lado y evitar la ostentación en lugares donde la pobreza es generalizada pueden ser una buenas recomendaciones. ¡No lleves el Rolex!
7 comments
Muy interesante
Aprendí mucho y lo disfruté. Sigan descubriendo
Enhorabuena por el artículo.
O Brasil agradece!
Abraço.
Gracias Cintia!!! Somos nosotros los que tenemos que agradecer a Brasil por lo bien que nos trató. Ojalá tengamos que corregir pronto este artículo porque la pacificación sea un proceso real y justo para la gente de las favelas. Un abrazo fuerte!
[…] América […]
[…] la vecina ciudad de Niteroy. También se pueden apreciar algunas de las favelas de la ciudad (aquí os hablamos de cómo visitarlas por libre). Eso sí, el Cristo de Corcovado es visitado por más de dos millones de personas todos los […]
[…] América […]