Viajar un camino que recorriste hace años es curioso. Hay destinos a los que no quieres dejar de volver y Huaraz y la Cordillera Blanca son dos de ellos. Traía todavía el recuerdo de uno de los paisajes más hermosos que haya visto nunca: cientos de nevados rodeándote, jugando al escondite con las nubes; lagunas de montaña de unos colores increíbles; cuevas en glaciares donde el hielo creaba caprichosas formas en una extraordinaria gama de azules; senderos y más senderos para ser recorridos. Así que, cómo no, volvimos a la Cordillera Blanca.
Huaraz City, un desorden carismático

Amanecer desde Huaraz
Elegimos Huaraz como base de operaciones por la facilidad para encontrar mejores precios. Viajamos desde Trujillo en un cómodo servicio nocturno de Linea ($12, 7 horas). Hay quien dice que es una ciudad fea y desordenada. A nuestro parecer tiene su encanto. Todas los edificios surgen como setas en medio del valle y nos superan las 3 o 4 alturas. Tienen solamente enlucida la fachada que da a la calle, mientras que el resto conservan el rojo del ladrillo y el gris del cemento que los une. Es verdad que es una ciudad un poco caótica, en contraste con el entorno que la rodea, pero la vida se mueve desde temprano en la mañana hasta la madrugada en la noche (llegamos un jueves a las 5 de la mañana y todavía había cantinas y karaokes abiertos, con los últimos borrachos de camino a casa). Para los que quieran algo más tranquilo y conectado con el entorno, Caraz es la otra opción recomendada. Según recuerdo, un pueblo con mucho más encanto y desde el que también es fácil organizar expediciones y treks a las montañas. Especialmente el trek de Santa Cruz, uno de los más solicitados.

Las calles de Huaraz un viernes por la tarde
Llegar a la cordillera exige tomarse un tiempo para la aclimatación pues ambas localidades se encuentran a más de 3000 msnm y en casi cualquiera de los trekings, ya sean de 1 día o de 15, se superarán con facilidad los 4600. Nosotros, que hemos vivido años en la altura de Quito (2800), veníamos de Cuenca y el Cajas en Ecuador y solamente pasamos un par de días en la playa, decidimos tomarnos solamente un día de aclimatación. Bebimos mucha agua para hidratarnos, hicimos cortas caminatas para ver cómo nos sentíamos ante el esfuerzo suave y, sobretodo, trabajamos el elmundoenlamochila.com
Yo venía arrastrando una tendinitis bastante fuerte en la rodilla (del poplíteo para ser exactos) desde el Parque Nacional El Cajas, en Ecuador. Pese a que la idea inicial era hacer el Santa Cruz, tuvimos que renunciar a los trekings de largo recorrido porque sabíamos que mi rodilla no iba a aguantar. Así pues, decidimos hacer el treking que más nos apetecía el primer día y, en caso de que me rompiera del todo, al menos habríamos visto el que más nos interesaba. Tomamos pues la decisión excelente decisión de subir a la Laguna 69. Habíamos investigado mucho sobre la posibilidad de hacerlo por libre, que suele ser la que más nos gusta siempre, o tomar uno de los tours que ofrecen en la ciudad. Finalmente nos decantamos por tomar tour, que nos salía más económico y directo. Pagamos algo menos de $10 cada uno, incluyendo transporte, paradita en la laguna de Llanganuco –una vieja conocida-, guía y mate de coca en la laguna 69. La comida corre de tu cuenta.

Remojando las patas en la Laguna Llanganuco, en 2007.
La Laguna 69. Conexión con la montaña
El treking es una caminata relativamente sencilla si estás más o menos en forma. Sí, entiendo que estamos siendo muy relativos, pero es que así es como lo percibimos nosotros. Para entendernos, llegar arriba son unos 7 km de distancia y unos 700 de desnivel positivo (de los 3900 a los 4600); luego, se deshace el mismo camino hasta abajo. De los que nos acompañaron en el tour, la mayoría éramos menores de 35 años y todos llegamos con más o menos solvencia –algunos se detenían frecuentemente, jadeantes, en las orillas del camino-. Un pareja china mayor de 50 años y una familia con niñas de menos de 10 no lo lograron.

Así inicia la ruta hacia la Laguna 69
La subida son alrededor de 3 horas a ritmo ligero pero no intenso. Se inicia en la parte baja de un valle donde apenas hay desnivel y rodeado por vegetación de ribera –de alta montaña-, húmedos prados y muchas vacas que pastan tranquilas. Se camina a la orilla de un precioso río que juega a hacer cabriolas entre la hierba. Alrededor de 45 minutos después, el valle se va cerrando y la cosa comienza a inclinarse.

Tras las flores, el valle se va cerrando y el camino empieza a inclinarse
Dos enormes cascadas procedentes del deshielo de sendos glaciares, una a cada lado del valle, caen blancas alimentando el río. Se recorre el camino, tendido pero aguantable, durante unos 60 minutos más hasta llegar a una laguna muy oscura, casi negra, donde la vegetación deja paso al paisaje andino de alta montaña, donde apenas crece nada y la roca y el hielo dominan todo en derredor. Ahí se emprende la última subida hasta la laguna, con un desnivel importante y ligeras dificultades para respirar.
El encuentro con la laguna 69 es un momento mágico. El azul fluorescente del agua se mezcla con el deslumbrante blanco del hielo glaciar y la sensación de sentirte diminuto, que llevas experimentando todo el camino, se hace todavía más intensa.

El encuentro con la Laguna 69, después de la dura subida, es impresionante
Siempre he amado las montañas. Desde muy pequeño recorrí con mis padres los preciosos valles del Pirineo, a los que vuelvo, irremisiblemente, cada poco tiempo. Es desde entonces que me encanta la montaña. La montaña te recuerda lo pequeño que eres, lo insignificante que eres dentro de un orden mucho más grande y organizado de lo que solemos recordar. Y sin embargo, al mismo tiempo, te recuerda que estás estrechamente conectado a ella. Te hace sentir que eres una pieza más, que formas parte de toda esa belleza acongojante, agreste, salvaje. Así me siento yo en las montañas y así me hizo sentir, después de bastante tiempo, el encuentro con la Laguna 69.
Después de unos buenos bocadillos que preparamos el día anterior y algo dulce para recuperar energías tuvimos tiempo de explorar los alrededores de la laguna y subir por la cantera que la rodea. Vale la pena un esfuercito más para tener una perspectiva desde la altura. Y de ahí, vuelta para abajo. La bajada se hace en algo menos de tiempo pero, si tenéis tanta suerte como nosotros, las nubes se abrirán y os dejarán contemplar varios colosos nevados de más de 6500 msnm. El espectáculo, valle abajo y con el sol iluminándolo todo es sencillamente espectacular.

Nevado por encima de los 6000 msnm
El Nevado Pastoruri. Turismo de masas y cambio climático
Pese a que subimos con relativa facilidad, la bajada fue severa con mi lesión. Llegué cojeando a Huaraz y todas nuestras esperanzas de hacer alguna de las excursiones exigentes de 1 o 2 días desaparecieron. Teníamos dos opciones para llegar a sitios relativamente remotos: el Nevado Pastoruri o las ruinas de Chavín de Huantar. Hay una frase de Joaquín Sabina que me quedó grabada a fuego desde hace años:
Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver
Muchas veces la he enfrentado y hace tiempo que le perdí el miedo. Casi siempre que he vuelto, he disfrutado como la primera vez, o incluso más, de esos lugares. Así pues, decidimos ir al Nevado Pastoruri, donde hace años disfruté con mi amigo Nacho de unas impresionantes cuevas de hielo en un glaciar a más de 5200 msnm (el punto más alto al que he llegado, y ahora Gaby también).

Nacho emulando Psicosis en el Nevado Pastoruri (la estalactita la rompimos con la cabeza sin querer, que conste)
Tomamos un tour por unos $8 cada uno, que incluía también transporte y guía. Fue, hasta la fecha, la peor decisión que hemos tomado en nuestra Vuelta al Mundo. Todo fue desastroso, excepto la montaña, por supuesto. Fuimos en un bus con otras 32 personas y, con las primeras tres palabras, ya odiábamos a la guía. No era solamente el tono de voz -una mezcla entre locutora radial de programa de madrugada, con ese tono entre erótico y adormilado, y una vendedora de publicaciones religiosas, tan típica en los buses latinamericanos-, sino que además daba pocos datos –muchos de ellos inexactos, erróneos o simplemente sin ningún interés-. Para colmo, no paraba de apelar al poder interior para superar los problemas de soroche (o apunamiento, o mal de altura). Un auténtico desastre que resumiremos en unos breves puntos:
- Convencer a un grupo de turistas limeños -que llegaron ayer desde la playa y van a subir a 5200 msnm- de que el mal de altura es algo que solamente está en su mente y que a través del poder de su mente no van a sufrir ni un solo problema es, cuanto menos, irresponsable. Teoría que, algunos vómitos después, queda más que confirmada.
- Uno de los grandes males de nuestra Latinoamérica es la falta de cultura ambiental, especialmente en las ciudades. Yo he sido educador ambiental durante años y no hay nada que tenga más efecto sobre las personas para concienciar sobre el medio ambiente que colocarlos en él. Pues bien, esta señora se lanzó la siguiente perla, destruyendo cualquier posibilidad de generar conciencia:
El cambio climáaaaatico, señores y señoras, es algo in-e-vi-taaaaaable. Es un ciclo del planeta que noooooo podemos frenaaaaaar. Tooooodo lo que ustedes van a ver, los glaciares que van a poder apreciaaaaaar, damas y caballeros, habrán de-sa-pa-re-ci-do en cincuenta años.
El cambio climático noooooo es eso que les diiiiiicen. Noooooo sólo se produce por usar transporte privaaaaaado, niiiiii solo por los gases que emitiiiiiimos, es un proceso na-tu-ral. Na-tu-ral e i-rre-ver-siiiiiible. Lo que nosotros, señoras y señores, haceeeeeemos, es solamente a-ce-le-rar-lo. Aceleraaaaarlo más no pro-vo-caaaarlo.
Si amigos, la señora tiene razón. El planeta funciona por ciclos de calentamiento y glaciación. Lo que no nos cuenta la señora es que desde la revolución industrial, los seres humanos hemos acelerado el proceso de calentamiento a un ritmo frenético. Y que en los últimos 50 años hemos avanzado varios siglos de este proceso. En un entorno como ese, donde más adelante podríamos apreciar a través de carteles informativos el salvaje retroceso del glaciar del Pastoruri, hay que hacer a la gente empatizar con la montaña, hacerla sentirse en parte responsable de esa pérdida y hacerla tomar conciencia de que con pequeños gestos diarios, podemos contribuir a hacer un planeta mejor, más sostenible y duradero. Dejar que nuestros hijos puedan disfrutar de lo que nosotros estamos disfrutando hoy. La guía nos quitó toda la responsabilidad y nos hizo sentir que éramos unos privilegiados por ver eso, que pocos más podrían verlo porque el mundo se iba a acabar pronto… ¡Corred insensatos, corred! ¡Consumid todo lo que podáis! ¡Haced mierda el planeta! ¡Viene el Apocalipsis!
El caso es que ya estábamos de bastante mala onda desde tempranito, especialmente yo. Pero Gaby se me sumó enseguida cuando nos pararon a desayunar en un lugar gris y deprimente, aislado, sin una sola tienda alrededor; y nos espetaron: “aquí también pararemos para el almuerzo, así que reserven ahora lo que querrán comer después”. En la carta, el precio más bajo –choclo con queso- era de S/10 ($3) y un plato normal estaba entre S/25 y S/35 ($7-$10). Un almuerzo completo en Perú no cuesta más de S/10 ($3). Comimos bajo una finísima y débil lluvia las galletitas que trajimos desde Huaraz ($0,3 el paquete), pero nos sentimos muy ofendidos pues no hay nada más desagradable que contratar un tour y sentirte tan inútil y atrapado como cuando te la juegan así (por suerte, nosotros íbamos preparados también para el almuerzo con nuestra tríada sagrada: pan, jamón y queso).
El tour cuenta con tres paradas (además de la encerrona alimentaria):
-las aguas gasificadas, donde puedes ver una surgencia natural de agua, con enromes cantidades de hierro y cobre que tiñen la piedra de rojo, en medio del páramo.

Aguas gasificadas
-las puyas raimondi, unas palmas endémicas de la zona que viven cientos de años y forman altos y curiosos troncos. Se llaman así por el investigador Antonio Raimondi, que recorrió estas tierras durante las primeras décadas del siglo XX y le puso nombre a casi todo.

Un campo repleto de puyas raimondi
-el Nevado Pastoruri, el plato fuerte de la excursión, donde uno puede acercarse muchísimo a un glaciar de alta montaña a 5200 msnm. Anteriormente, este había sido escenario de campeonatos de sky y encuentros masivos de costeños que querían tocar la nieve. Un turismo irresponsable e insostenible que, unido al fenómeno del cambio climático, provocó un salvaje retroceso del hielo. Desde hace unos 20 años, el estado peruano y los gobiernos locales se han propuesto conservar el glaciar de este formato turístico, creando la “Ruta del Cambio Climático” en la que se conciencia por medio de paneles del fenómeno que ha aquejado al Pastoruri. El paisaje de alta montaña es espectacular y vale la pena caminar más rápido que los demás los apenas 2 km. que separan el centro de interpretación del nevado. Te faltará el aire, pero llegar arriba sin gente, ¡vale la pena!

El glaciar del nevado pastoruri
Para mi fue espectacular ver cómo el glaciar había retrocedido desde mi última visita. Os dejó aquí dos fotos, una de diciembre de 2007 y la otra de abril de 2016. Es notable la reducción del hielo que se ha producido, especialmente en el glaciar de la izquierda. Además, no recuerdo que en 2007 hubiera laguna alguna a los pies del glaciar, lo que explicaría inequívocamente el proceso de erosión y deshielo que está sufriendo el glaciar. En cualquier caso y aunque la fotos no hagan justicia a la realidad: a la izquierda, las imágenes que tomamos en 2007; a la derecha, las de 2016.
Hace 9 años también pudimos disfrutar de algunas cuevas de hielo que hoy ya no existen. Las formas y azules que el hielo nos regaló a Nacho y a mi en aquellos tiempos, no están más en el Pastoruri. Por suerte, tengo algunas fotos de entonces…

En una cueva de hielo hace 9 años
Pero no todo fue negativo en nuestra excursión. Tuvimos la suerte de compartir tour con dos astronautas de las montañas. Dos seres que, como llegados de otro planeta y pertrechados con sus trajes espaciales, flotaban sobre la superficie andina como copos de nieve flourescentes que no quieren terminar de posarse sobre el suelo. Alucinante.

Astronautas VS locales
Huaraz y la Cordillera Blanca. Un «must» peruano
Sí amigos, así es. Sean o no montañeros, les guste o no caminar, estén o no lesionados… Huaraz y la Cordillera Blanca son lugares absolutamente imperdibles del Perú. Pueden informarse en más detalle de otros trekings de varios días, mucho más exigentes –hay multitud que se pueden hacer por libre con el equipo adecuado y un buen mapa 1:25.000-, o recorrer los pueblitos del callejón del Huaylas y contemplar desde el autobús la espectacularidad de Los Andes. A algún iluminado se le ocurrió llamar a La Cordillera Blanca “la Suiza peruana”. Amigos, por dimensiones, altura y majestuosidad, tal vez Los Alpes enteros debería llamarse “La Cordillera Blanca Europea”… ¡Salud y montaña!

Gaby con la Cordillera Blanca de fondo (nada que envidiar a los Alpes o los Himalayas)
5 comments
Precioso reportaje, espectaculares fotografías
Gracias Mati!
Muy bonito!! Espero algún día poder conocerlo. ¿Quién ofrecía el tour ese que no hay que contratar?
Recién leo este amigos! Tengo que ir con la Neneca! Que emocionante
Es un lugar increíble Augusto y en Pastoruri también había niños… así que en un tiempito pueden ir con toda la familia. Les mandamos un abrazote, nos alegra que nos sigan!!!