Pasaportes y matrícula. Listos. Hay unos cuatro carros antes que nosotros, pero la fila avanza a buen paso. Con casi 15 cruces de frontera en nuestra vuelta al mundo, sabemos que el que se impacienta pierde, pero todavía las fronteras consiguen ponernos un tanto inquietos.
—Hello —digo mientras entrego nuestro paquete de papeles a una mano seria con ojos aburridos.
Siempre se demoran un poco más de lo normal cuando ven mi pasaporte: Ecuador. ¿Dónde nomás ha estado? ¿Necesitará visa? Estira la mano y llama a un colega. Unos murmullos cortos y el nuevo personaje nos semi-grita en albanés palabras ininteligibles para nosotros, hasta que entendemos ‘garage’ y sus señas hacia un cubo que parece una mecánica, con rampa para elevar el auto y todo. Al parecer el problema no fue mi pasaporte. Dos uniformados están ocupados revisando un Mercedes-Benz 4×4 del año y otros dos están plegados sobre una computadora de pantalla antigua, de esas que ocupan todo el escritorio. Un joven oficial le recibe nuestros documentos, como quien recoge alegremente la posta en una carrera, y se acerca canchero hacia nuestro auto.
—¡Hola Real Madrid! —nos dice con sonrisa chueca y juguetona, metiéndose por la ventanilla del Peter.
—No señor, soy del Barça —le responde el Peter, devolviéndole la gracia.
Nos hace señas y obedientemente nos apeamos del auto. Nos da la mano a cada uno y nos pregunta nuestro oficio.
—I’m a social educator, I’m an economist —respondemos con agilidad, no es el momento de lucir nuestra nueva profesión de Travel Bloggers, sino de demostrar nuestras antiguas posiciones oficiales en el ‘mundo real’. Acierto o error, no estamos seguros. Sin aviso y con naturalidad sus dedos abren los bolsillos de mi canguro que está, como siempre, enganchado a mi cintura. Refreno mi impulso de mandarle a la mierda, pero mantengo mis ojos pegados a su mano. Saca nuestra bolsita de dinero, completamente vacía ya que acabábamos de gastar los últimos dinares macedonios en la gasolinera. No repara de mi navaja suiza ni de mi espray de pimienta, siempre supe que comprar un espray en tubo rosado que se camufla como perfume hiper-femenino me permitiría inmovilizar a mi asaltante sin levantar sospechas. Pero, esta no es esa ocasión. Siguen sus dedos al bolsillo más pequeño y saca una de las tarjetas que hice de “El Mundo en la Mochila” y me mira con curiosidad.
—We are also travel bloggers. We are now going around the world and writting about it on our website. That is our card, you can keep it —le digo fingiendo calma y mostrando los dientes en señal de paz.
—You make lot of money from website? If I click on website, how much money you make?
—Nothing, we don’t have publicity, we are small —los dientes se mantienen.
No entiendo por qué, pero se contenta. Me indica mi puesto junto al auto y se lleva a Peter por separado. Me quedo viendo como se le acerca románticamente a su oreja y le susurra ofertas indecorosas a las que el Peter responde haciéndose el tonto y diciendo— I don’t understand—. El chico insiste —money for my coffee, I make it quick for you—, sigue pareciendo una propuesta amorosa, pero con un grado de cómica indecencia.
Como no le damos plata, se lleva, resignado, nuestro tiempo. Los carteles descoloridos de las paredes ponen en evidencia lo que parecen buscar. ‘Do drugs kill? Ask its survivors’ se lee sobre los ojos tristes de un niño de la década de los noventa. Otro más informativo enumera con gráficos los diferentes tipos: opiáceos, alucinógenos, cannabis, etc. Él saca cajas del maletero, nosotros le ayudamos poniendo en el piso mochilas y bolsas. Abre cierres, busca entre cremas, cepillos de dientes, y discos duros. El teclado inalámbrico llama su atención, pero no encuentra la tablet que tengo camuflada en uno de mis cuadernos. Sigue tocando, sacando, moviendo, rebuscando.
Los labios del muchacho se alargan hacia el cielo, contento con su descubrimiento. Los paquetes semi-vacíos de tabaco de liar Pueblo del Peter son dados la vuelta y absorbidos con su nariz. Abre con cuidado la cajita plana de los papeles de liar.
—This are good for smoking marihuana —nos dice con ojos sarcásticos.
—Just tobacco, we don’t have marihuana —le dice el Peter ya un poco cansado.
Se lame con gracia su índice y cuenta, uno, dos, tres papelitos. Se los mete en su bolsillo de bufón descarado –Yes, but I do, and I use this for me later.
5 comments
Realmente me asusta este relato. Todo acabó bien?
Sí, ningún problema! No había nada que ocultar y tampoco nada que pagar. Historietas para contar a los nietos y nada más!
Jo … pe !!!!
Sobrinos ir con cuidado con calma y una sonrisa aunque os salga de los pinreles,os quiero mucho.
Gracias tía, vamos siempre con esa sonrisa. Viajar ayuda a estar feliz!!! Un beso muy fuerte