Cruzamos la frontera con un objetivo, visitar Dubrovnik. Era un punto fijo en mi mente, no podíamos seguir adelante sin conocer la ciudad amurallada, la Perla del Adriático, el escenario de Games of Thrones. Dubrovnik promete perderte en su esqueleto, subir sus costillas blancas, maravillarte con una avenida tan ancha pero tan antigua que te sientes parte de una película. Y Dubrovnik también cumple, es tan hermosa como todos lo dicen, y ese su problema… que todos ya han oído de ella y quieren visitarla a la vez.
La había visto por largo rato durante la noche, casi como una acosadora que se queda en el auto viendo la ventana de una casa. Habíamos pasado la noche aparcados en el cerro Srd, con las mejores vistas a la ciudad -también puedes llegar en teleférico por 120 hkn ($17) ida y vuelta-. Desde esa altura, la ciudad se veían tranquila, silenciosa, habitada solamente por luces parpadeantes. Muy distinto a lo que vimos a la mañana siguiente. Es casi imposible estar holgado en Duborvnik. Cada turista que vienen a Croacia, hace parada aquí, sobre todo los de los cruceros. Edificios horizontales de los cuales se baja una ciudad entera, pueblan todas las calles, callejones y escaleras hasta el punto en que te encuentras dando mini-pasos siguiendo un rebaño humano que se ensarta bajo un dintel.

No está nada mal despertarse con esta vista!
Dubrovnik, su independenca y su mar
A Dubrovnik, también se la conoció como Raguza, su nombre romano, por haber sido fundada “sobre rocas”. Pero por un importante período en su historia, su nombre completo fue la República de Ragusa. Desde el siglo XII, esta ciudad tiene una muralla que dice nunca haber sido violada por sus enemigos y que seguramente le dio más fuerza para ser independiente. Rivalizó con la República de Venecia por su gran localización y su poderosa industria naviera, y el esplendor de su fuerza pasada todavía se observa cuando caminas por sus calles.
Después de una media hora de buscar un espacio para parquear no extremadamente caro -la mayoría de puestos en la calle te sacan 40 hkn ($6) la hora, conseguimos uno un poco lejano a 10 hnk ($1,40)-, iniciamos la bajada por la calle costera al sur de la ciudad antigua. Me empecé a emocionar observando ese mismo mar turquesa profundo y esas mismas playas que en algún momento estuvieron llenas de más de 200 barcos ragusianos.
Habíamos oído maravillas sobre esta ciudad, pero no me imaginé lo fuerte que sería contemplar desde afuera ese pedazo de muralla inexpugnable. Es de un blanco hueso que te da ganas de limpiarla si ves una mancha, es tan alta que no te imaginas una estrategia sorpresa de entrada, es simplemente impactante. Pasamos por debajo de la puerta de Ploce, una de las dos puertas que desde hace siete siglos te permitían penetrar la muralla. Una vez ya dentro, sentimos su sombra dándonos cobijo del sol para que podamos degustar nuestro pan con mortadela de desayuno. Sobre las gradas del Monasterio Dominico, todavía se sentía una ciudad que se despertaba, estirando poco a poco sus brazos huesudos. No podíamos estar más equivocados.

Inicia el día en las calmadas escaleras del Monasterio Dominico
La Plaza Luza y la gran Stradun
De alguna manera todos los turistas que estamos en Dubrovnik terminamos en su plaza central, de la misma manera que lo hicieron sus pobladores por siglos. Aquí se encuentra la hermosa Torre del Reloj, la Iglesia de San Blas y la columna de Rolando, el símbolo de lucha independentista de Ragusa.

La Torre del Reloj en la Plaza Luza

Rolando con su espada, listo para luchar por la independencia de esta ciudad

La Iglesia San Blas en la Plaza Luza
A este punto ya nos habíamos dado cuenta que no estábamos solos. Hacia el norte resplandecía la gran “avenida” Stradun, una calle de mármol blanco muy ancha y la más larga de la ciudad. Está bordeada por casas de tres pisos, igualmente claras y perfectamente alineadas. Es un poco difícil pensar que este nivel de organización se haya producido desde la edad media, y efectivamente esta “nueva” apariencia de la ciudad se debió a la reconstrucción que tuvo después de un devastador terremoto y posterior incendio. El terremoto de 1667 destruyó la ciudad y mató a casi la mitad de su población, muchos de ellos descendientes de dálmatas romanizados. La ciudad siguió adelante, impuso canones de construcción arquitectónica y fue repoblada por los habitantes eslavos del interior.
Al final de Stadun está la otra puerta de la ciudad, la puerta Pile, y junto a ella una de las entradas para subir a las murallas, pero a 120 hkn ($17) por persona, preferimos perdernos por las callejuelas esperando librarnos de las multitudes.

La gran Stradun y sus caminantes
Siguiendo los recovecos de esta antigua ciudad llegamos al mercado Gunduliceva Poljana, un espacio lleno de parasoles y puestos que venden higos secos y otros frutos coloridos. Dicen que el mercado se cierra a medio día con lanzamientos de granos al aire para deleite de las palomas. Nosotros no vimos esté acto, pero sí que vimos a las aladas comensales volar contentas y expectantes.

El aleteo alegre en el mercado Gunduliceva Poljana

Siempre hay alguien con una camiseta que da ganas de fotografiar
Las consecuencias de la Guerra
Callejeando rumbo al mercado de la ciudad, nos encontramos con una casa cubierta de pancartas, instando a todos los que pasamos por ahí a no olvidar la brutalidad de la guerra. El 6 de diciembre de 1991, Dubrovnik fue atacada por mar, tierra y aire, y sus techos vieron caer sobre sí bombas incendiarias. Sufrió un asedio de 6 meses por la decisión de independizarse de Yugoslavia como parte de la República de Croacia. Las pancartas describen el dolor y el resentimiento que mantienen algunos de sus pobladores contras las fuerzas serbias y montenegrinas que acecharon la ciudad, pero que tampoco lograron cruzar sus impenetrables murallas.
En nuestro camino también nos encontramos con una solitaria Iglesia Ortodoxa Serbia. La cual recibe abiertamente a turistas ya que le quedan muy pocos feligreses en la ciudad desde la guerra.

La iglesia Serbo-Ortodoxa, ahora para turistas

Un habitante de Dubrovnik viendo la gente pasar
Iglesias y museos
Dubrovnik tiene también un museo etnográfico, uno marítimo, uno serbio-ortodoxo y un memorial de los defensores de la ciudad en la guerra del 91. Tampoco le faltan iglesias y monasterios, como la Catedral de la Asunción de la Virgen, la Iglesia Jesuita de San Ignacio, un poco austera por fuera y muy barroca por dentro, y la de San Salvador con su hermosa escalinata.

El barroco atar de la Iglesia jesuita de San Ignacio

Caminando uno tras otro, tras otro, tras otro
Pero para nosotros el agobio de las masas había llegado a su límite, y caminar al mismo paso que las otras 30 personas con las que compartíamos la calle ya no era aguantable. Con nuestra estrategia de ir adelantando sigilosamente como ninjas, conseguimos volver a la puerta de Ploce, al sur de la ciudad, y mirando hacia la gran muralla de Dubrovnik, le dijimos adiós.