Frente a la Iglesia de Santa Rita un hombre negro está de pie sobre un cajón de madera. Viste un ajado saco de lona y de su cuello pende una gruesa cadena oxidada. Sus manos, atadas por grilletes, cuelgan de su cuerpo como muertas y en sus ojos tristes se atisba entera la cruel historia de todo un pueblo. Los turistas y viajeros le toman fotos extrañados y se acercan a curiosear. El hombre empieza a hablar. Con una voz profunda y un tono grave, severo, cuenta que en esa misma plaza, donde ahora todos paseamos esperando el inicio del concierto, miles de personas fueron vendidas a los grandes fazendeiros como fuerza de trabajo esclava.
Cierro los ojos y me imagino el Paraty del siglo XVII, muy parecido a como se le sigue viendo hoy. Veo la expresión asustada de una joven, probablemente de algún pequeño pueblo de África Occidental, casi desnuda en el centro de la palestra. Delante, un grupo de hombres carcajean y pujan por ella, relamiéndose ante la posibilidad de convertirse en sus propietarios. La joven tiembla aterrorizada y ni siquiera sospecha que el tipo gordo que ha ganado la puja la hará trabajar de sol a sol en un cercano campo de caña. Tampoco se imagina siquiera que ese repugnante viejo abusará de ella sistemáticamente a lo largo de toda su vida. Ni que le tocará criar a un hijo producto de esos abusos. Puedo ver el miedo al fondo de sus ojos. Es un miedo inocente, de incomprensión absoluta. Es el miedo del ser humano limpio hacia el ser humano lúgubre, siniestro. Una sensación de profunda injusticia me invade y me obliga a abrir de nuevo los ojos.
Regreso al Paraty de 2016 mientras las primeras notas del contrabajo de Thiago Espirito Santo empiezan a sonar. El público se aleja del hombre engrilletado para atender a la música. Me quedo mirándolo unos instantes más, pensativo, y regreso al parche que tenemos extendido sobre el césped.
UNA HISTORIA DE ESCLAVOS, ORO Y CAÑA
La historia de Paraty ilustra a la perfección la historia colonial de Brasil (como Sucre lo hace con Bolivia). Su preciosa bahía estaba originariamente habitada por los indios Tamoios, que en el siglo XVI recibieron con cruenta resistencia las primeras incursiones de los portugueses. Una vez pudieron controlar la zona, los colonizadores erigieron una pequeña capilla en honor a Nossa Senhora dos Remedios, que sería el lugar desde el que comenzaría a levantarse la ciudad. No fue hasta 1667 que el rey Alfonso VI le concedió la categoría de villa, independizándola de su vecina Angra dos Reis.
Paraty vivió su auge desde que se descubrió oro en la cercana Minas Gerais, estableciéndose en 1702 como el único puerto autorizado para el paso del metal con destino a Río, desde donde se enviaría a la metrópoli u otras zonas del imperio portugués. Cientos de nobles y negociantes llegaron a las costas de la bahía atraídos por sus riquezas. Así, Paraty se convirtió en una ciudad de gran importancia y sus calles empedradas se llenaron de iglesias, mansiones y casonas de la nobleza portuguesa de la época.
Años después, con la construcción del Caminho Novo, Paraty dejó de ser ciudad de tránsito para el mineral que llegaba de Minas Gerais, aunque siguió cumpliendo la función de abastecedora de productos básicos a las minas. Fue en este tiempo que empezaron a surgir ingenios de café y, fundamentalmente, de caña de azúcar. La economía de Paraty fue cambiando hacia la producción del famoso aguardiente de caña brasilero, la cachaça, llegando a tener la región más de 150 destilerías en el siglo XIX.
Así, mientras los barcos salían de allí cargados con oro y después con el preciado destilado, los barcos de esclavos recorrían el Atlántico en el otro sentido, transportando miles de esclavos africanos. Se calcula que entre los siglos XVI y XIX llegaron a las costas de Brasil más de 3,5 millones de esclavos, que fueron salvajemente explotados durante generaciones. Para los conquistadores, la población negra estaba desprovista de cualquier derecho y era considerada como simple fuerza de trabajo pues la religión católica consideró que no tenían alma. Con esta excusa, cientos de millones de africanos fueron vendidos como simple mercancía a lo largo y ancho del mundo por los países europeos –que prohibieron esta práctica a finales del XIX- y hasta hace muy poco por los países árabes. Los estudiosos africanos han llamado a este proceso “maaca” –genociodio- y le atribuyen una importante responsabilidad en la situación actual de África.
A partir de los años 60, bohemios y gente adinerada de Sao Paulo y Rio de Janeiro empiezan a establecer sus segundas residencias en la ciudad de Paraty, tanto por la preciosa costa que ofrece, como por la sorprendente conservación y belleza de su casco histórico. Muchos de ellos se instalan allí definitivamente y se dedican al comercio de artesanía y arte, convirtiéndola en la ciudad bohemia por excelencia de la provincia de Rio.
Curiosamente, estas personas son las que se dedicaron durante años a proteger la región del destructivo modelo de desarrollo turístico que vivieron las costas brasileras desde mediados de los 70, conservando a Paraty como la conocemos ahora. Sin embargo, el turismo masivo terminó llegando con la política de festivales, como el Bourbon Blues Festival o el festival literario que todos los años se celebra en Paraty. Pese a ello, esta ciudad sigue conservando un encanto particular, muy difícil de encontrar en otra región de Brasil.
SOBREPRECIOS Y POLICÍA MILITAR
Llegamos por casualidad a la villa en el fin de semana que se celebraba el Bourbon, uno de los festivales de blues y jazz más importantes del país, y nos enteramos de que todos los shows eran gratuitos así que decidimos quedarnos. Sin embargo, conseguir alojamiento y comida fue una tarea complicada. Los precios eran, al menos, el doble de lo que habitualmente se cobra en la ciudad, tanto en los hostales como en los campings y restaurantes. Conseguimos finalmente quedarnos en el Hostal Thyme por 40 reales por cabeza en habitación compartida ($11,5, rua Joao Luiz do Rosario, 128) y cocinamos durante todo el fin de semana para abaratar costos.
Decidimos, también, aprovechar el masivo turismo para vender artesanía pero Paraty nos demostraría que pese a conservar su belleza colonial, ya no es la ciudad bohemia y permisiva de otros tiempos. Un despliegue de unos 20 policías militares barrían las calles en persecución de los artesanos que habían acudido a trabajar al festival, como cada año, y si había suerte salir de allí con algunos reales de más. La madrugada del viernes, un joven perseguía a voz en grito a seis uniformados que llevaban en bolsas de basura sus trabajos mientras que una chica lloraba desconsolada y trataba de conseguir explicaciones de la violencia que recibió, absolutamente injustificada.
Al parecer, a los dueños de las tiendas de artesanía ya instaladas en la ciudad no les gusta la competencia que hacemos los vendedores ambulantes. Es algo comprensible aunque riñe absolutamente con el espíritu de libertad y compañerismo que rige entre el artesanato latinoamericano. Nosotros, para evitar que la policía robara nuestro trabajo, nos dedicamos solamente a disfrutar de la música.
MÚSICA PARA ALEGRAR EL ALMA
Entre las estrellas del cartel figuraban algunos grandes músicos brasileros –Rosa Passos e Brasilidade Geral, Banda do Síndico, Thiago Espírito Santo, Grupo Pau o Chico Pinheiro- y también importantes artistas del blues y el jazz internacional –Joshua Redman, Dianne Reeves o Anthony King & Ms. Monet-. Además, por las calles de la ciudad había buskers –palabra anglosajona para definir a los artistas callejeros-. Disfrutamos, entre el paño extendido y la caipirinha en mano, de algunos buenos conciertos de jazz y blues, especialmente el sábado.
Ya bien entrada la madrugada nos unimos al tumulto que se había formado en una esquina. Dos muchachos de menos de 25 años, uno con un violín o el otro con una guitarra, habían conseguido formar un corro que se extendía más allá de las cuatro esquinas de la intersección. Interpretaban, a su manera, clásicos de la música brasilera y el rock internacional, mientras el público se encontraba en una especie de euforia colectiva, moviéndose lentamente al compás de Pink Floyd o abrazando a absolutos desconocidos con el mítico “We are the champions” de Queen. Exhaustos, después de ocho bises, los muchachos se detuvieron y la fiesta se desplazó a la plaza, donde percusión, guitarras, violines, vientos e incluso birimbaos intentaban entenderse entre la multitud. Cientos de personas, de todos los rincones del mundo, bailando y cantando al son en un pequeño pueblo carioca. La música, de nuevo, uniendo a la gente más allá de sus diferencias.
Os dejamos la grabación de «Stairway to Heaven», de Led Zeppelin, para que os hagáis una idea (aunque es de baja calidad).
PARATY, UN ENTORNO DE ENSUEÑO
Pero además de la música, los alrededores de Paraty, como toda la Costa Verde, tienen un montón de secretos que descubrir. Paraty Mirim, la región indígena y de difícil acceso –con la naturaleza salvaje que eso supone-; las paradisíacas, alejadas y solitarias Praia do Sono y Praia Antiguinho; las decenas de cachoeiras –cascadas- en medio de la verde Matta Atlántica, como las cercanas Pedra Branca y Toboga… Esta región es una tierra en que los colores se ven más bonitos, más vivos y exuberantes.
Nuestra salvaje resaca nos impidió elegir algún destino lejano o que exigiera caminar mucho por las preciosas trilhas brasileras. Elegimos pues una excursión a las playas de Trindade, Praia do Meio y Cachadaço, al final de la cual se encuentra una piscina natural. Por unos 3,4 reales por cabeza ($1), tomamos un bus que nos llevó y luego, tras un tranquilo paseo por la arena dorada, llegamos a nuestro destino. Espectacular forma de cerrar nuestro paso por estas tierras.
Paraty resultó ser un gran hallazgo. Ni la lluvia, que se recreó consigo misma durante los tres días que estuvimos allí, consiguió aguar nuestro paso por este rincón de la Bahía de Ilha Grande. Esperamos volver.
9 comments
Lindas fotos, lindas historias, lindos protagonistas. Gracias por compartirnos el mundo desde su mirada.
Gracias a ti Mali!!! Un besote. ¿Cómo va el blog de camping en Ecuador? Lo estamos esperando con ansias!!!!
Que buena reseña y la verdad es que Paraty es una unión de historia, turismo, arte, cocina, artesanía y sobre todo hermosa naturaleza. La grabación está buena (especialmente el mais um!!!)y me magino deben haber gozado ahí. Espero ansioso los próximos relatos.
Muchas gracias Santi! De momento ya hemos colgado Ilha Grande, para nosotros, uno de los lugares más bonitos de Brasil! Sabemos que este también te va a gustar 😉
Me alegro del reinicio de vuestros relatos. Espero que en Albania cumpláis lo prometido y que publiquéis, por lo menos, 3 a la semana y así poneros (casi) al día
Muchas gracias Pedro! Como diría Chemari Aznar: «Estamos trabajando en ellou»
Burtal!!! M’ha encantat! Vos envie un beset fort!
Gràcies guapíssima! Ens alegra molt que t’agrade. Estem posant-se al dia amb els posts així que anirem publicant promte! Besets i feliç festa de l’amor!
[…] do Brasil. En este palacio se firmó, en 1888 la Ley Aurea, por la que se abolía la esclavitud (tema que tratamos en nuestro artículo sobre Paraty). Con la caída del imperio y el paso a manos de la República, el Palacio cambió de usos. Se […]