Estas viéndome desde alguna pared, escondido en tu invisibilidad, oliendo mi respiración. Me quedo quieta. Solo mis pupilas se mueven. No quiero que me comas…Tengo que encontrarte primero y aplastarte con la camiseta del Peter que aprieto en mi mano.
Caraguatatuba fue el descanso anhelado después de dos meses y medio de ruta frenética por Sudamérica. Teníamos una meta en mente: llegar a Brasil. En mayo, por lo frío de la temporada descartamos explorar las playas al sur de Sao Paulo, así que al cruzar la frontera desde Argentina y pasar de Puerto Iguazú a Foz de Iguazu, sacamos nuestro mapa y escogimos la primera ciudad playa que salía al este de la metrópoli paulista: Caraguatatuba.
Es difícil de pronunciar pero fácil de acostumbrarse a ella y a su diminutivo, Caragua, el lugar perfecto para unas vacaciones del viaje.
Suena raro, pero eran necesarias. Apostados en la tranquila Pousada Hostel Ipiramar (Ave. da Costa 1821, 50 reais- $14.40), Peter se enchufó un par de días al wifi para arreglar este amigable blog, salimos a trotar en las mañanas y nos metimos al Atlántico. Usamos la «beleza» de gimnasio al aire libre que tiene Caragua junto al mar, cocinamos cosinhas ricas para ahorrar, me recorrí todas las ferreterías hasta que en la mecánica de Carmelito me regalaron una pieza de hierro macizo para martillear mi artesanía, salimos a vender en plazas, ferias y muelles sin ningún éxito y… finalmente, yo libré mi encarnizada lucha contra el mosquito, acostada en mi cama tras una merecida siesta.

Una mañana nublada perfecta para salir a trotar por el malecón de Caragua

Tal vez nos vaya mejor vendiendo en el parque? No, pero valió la pena intentarlo.

Los mochileros también nos podemos dar unos gustitos culinarios si estamos en un hostal agradable y limpio como este!

Y la merecida siesta…